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Cambio de juego: Argentina, en el nuevo contexto del comercio global

En los últimos meses, el mundo ha atestiguado la tensa partida de TEG que juegan en el campo del comercio internacional las dos principales potencias del planeta, Estados Unidos y China. Con un claro sesgo proteccionista, Donald Trump ha criticado el déficit comercial entre ambas naciones, imponiendo altos aranceles al acero, aluminio, paneles solares e incluso lavarropas provenientes de ese país asiático. Por su parte, Xi Jinping ha replicado la embestida norteamericana con nuevos tributos sobre 128 productos como etanol modificado, tubos de acero sin costura y frutos secos, entre otros.

La Argentina también se ha visto afectada por estos vaivenes en la política comercial estadounidense. La administración Trump les impuso en marzo aranceles del 25% y el 10% al acero y al aluminio producido en nuestro país, respectivamente. Hicieron falta 27 reuniones bilaterales para que el gigante del norte decidiera finalmente desistir de esos impuestos, a los que reemplazó con cupos de 180.000 toneladas para cada producto. Por desgracia, no se logró llegar a un acuerdo por el biodiésel nacional, al que la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos (ITC, por sus siglas en inglés) vedó por cinco años argumentando prácticas de dumping.

A este escenario incierto se suma que el país cerró en 2017 uno de los peores años exportadores de su historia: las ventas al exterior alcanzaron los US$57.879 millones, una magra suba del 0,9% que lo ubica bastante lejos de los crecimientos de Uruguay y Paraguay (donde la tasa fue superior al 9%) y especialmente de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Perú (que crecieron más del 10%). Además, se pasó de un superávit comercial de US$2128 millones a un déficit de US$8471 millones. La volatilidad reciente del dólar agregó más desazón al escenario.

Ante las dificultades internas y las tensiones en el extranjero, el país ha comenzado a ajustar sus estrategias para recuperarse, potenciar su oferta y salir a conquistar nuevos mercados.

Problemas en casa

El tópico en boca de todos en las últimas semanas ha sido la suba del dólar, que llevó su cotización en torno a los $23 en los últimos días y condujo al Gobierno a pactar un auxilio financiero con el Fondo Monetario Internacional (FMI). «Obviamente que el tipo de cambio afecta al comercio exterior», admitió el secretario de Comercio, Miguel Braun. «Si está muy fuera de equilibrio se producen tensiones para uno u otro lado. Pero es un factor de la competitividad, no es ni el único ni el más importante», añadió.

A su juicio, es necesario ver más allá de esta coyuntura y trabajar sobre los aspectos que más inciden en la competitividad, que dependen en gran medida del Estado, como los costos logísticos, de financiación y los impuestos, además de aquellos que dependen de las empresas, como la innovación.

Al referirse al déficit comercial, señaló que es necesario «reconocer que la Argentina es un país que comercia muy poco con el mundo». Y agregó: «Entre 2011 y 2015 las exportaciones argentinas cayeron 32%. Entonces, lo principal hacia adelante es seguir logrando aumentar la competitividad de la economía argentina y conseguir así una mejor inserción. En el corto plazo, puede ser que el déficit siga por un tiempo, pero lo que tenemos que mirar principalmente es que aumenten las exportaciones. En 2016 y 2017 dejaron de caer y comenzaron a crecer; en los primeros meses de 2018 eso parece acelerarse, y en los próximos años debería profundizarse para generar más empleo y oportunidades».

El frente externo

¿Afectan a la Argentina las tensiones entre Estados Unidos y China? Braun le restó dramatismo a la situación. «No caracterizaría a la actual situación como de guerra comercial, sino, al menos por ahora, como un contexto internacional algo menos abierto y más incierto», dijo en diálogo con la nacion.

Para Mariano Turzi, director del Programa de Estudios de Asia Pacífico (PEAP) en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), «no es una situación preocupante para la Argentina porque China no le ha impuesto medidas retaliatorias. Uno podría llegar a imaginar un pequeño beneficio en el caso de que se profundizaran estas sanciones y de que China se viera desabastecida», sentenció.

Nuevas chances

Alejandro Wagner, director general de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (Aaici), reveló que desde la entidad que conduce ya analizan qué oportunidades se abren en China a partir de la imposición de tarifas a productos estadounidenses.

Además, indicó que están acelerando las tareas para captar una mayor porción de algunos mercados menos explorados. «Hoy la Argentina produce alimentos para 450 millones de personas y ese número puede aumentar 150% en los próximos años. Con una simple certificación de halal y kosher (productos permitidos por las religiones musulmana y judía, respectivamente) podés captar Medio Oriente. Por eso estamos relanzando el programa de certificaciones para darles más herramientas a las pymes que producen alimentos», contó.

Pero no todo es agroalimentos. Según Braun, la Argentina cuenta con amplia disponibilidad de talento para la generación de servicios basados en el conocimiento en materia de servicios audiovisuales, software e informática, asesoría jurídica y contable, marketing, arquitectura, investigación y desarrollo e ingeniería, entre otros. De acuerdo con fuentes oficiales, esta actividad ya representa cerca del 7% del PBI y genera unos 430.000 puestos de trabajo, que equivalen al 6,5% del empleo privado registrado.

El acuerdo tan soñado

Había esperanzas de que se aprobara en diciembre, cuando Buenos Aires alojó la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC), pero no pasó. Desde entonces, todos los meses pareciera que el tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea está a punto de concretarse, pero la firma no llega.

«Te diría que está más cerca que hace tres meses -señaló Wagner-. Si tenemos en cuenta que hace 15 años se está negociando, los grandes puntos de conflictos que parecían irresolubles, como la cuota de carne y la resistencia de Francia, ya se solucionaron», dijo.

Para Braun, «hoy estamos muy cerca de llegar a un acuerdo». A su parecer, el tratado sería estratégico «porque nos daría acceso a un mercado muy importante y sofisticado y fomentaría las inversiones».

Iván Scalfarotto, viceministro de Desarrollo Económico de Italia, señaló a este diario que lograr este objetivo es «extremadamente importante». «Será el primer acuerdo entre dos regiones que juntas reúnen 800 millones de personas y tiene implicancias políticas fuertes en esta época en la que el proteccionismo aumenta», añadió.

Turzi, por su parte, dijo que esta iniciativa está paralizada por la intransigencia de algunos actores europeos. Según él, «no hay una economía política conducente a que el acuerdo ocurra en el mediano plazo».

Lo que falta

Un panel de expertos compartió con la nacion sus opiniones respecto de qué debe cambiar para que se potencie el volumen de exportaciones. Las opiniones coinciden: la meta principal es alcanzar una mayor competitividad, objetivo que será difícil de concretar si el Gobierno no ajusta las variables para bajar los costos de logística y las cargas tributarias que pesan en los distintos eslabones de la cadena productiva.

Para Dante Sica, director y socio fundador de la consultora Abeceb, «el principal desafío es lograr competitividad sistémica por fuera del tipo de cambio». «Tiene que ver con las reformas más estructurales, el tipo de cambio puede mejorar, pero toda la ganancia de competitividad va a venir por el lado de baja de costos de logística y mayor eficiencia».

Enrique Mantilla, presidente de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA), señaló que existen seis obstáculos estructurales para la economía argentina: la debilidad institucional, el tamaño lesivo del Estado, la competitividad débil, la escasez de ahorro, el subdesarrollo financiero y la dualidad económica estructural. «Aumentar las exportaciones es clave para financiar una política de transición gradualista», agregó.

Por su parte, Marcelo Elizondo, director general de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI), sostuvo que hay que trabajar en la construcción de tres capitales: el institucional (una macroeconomía más ordenada y un marco regulatorio que genere mayores incentivos para la exportación), el organizacional (cómo producen y se insertan inteligentemente las empresas) y el relacional (cómo la Argentina se vincula con el mundo).

«Competitividad es la palabra que hace al potencial de la Argentina como exportador y cuando uno mira el diagnóstico que todos hacemos de la situación argentina, con una economía que tiene récord de gasto público, déficit y presión tributaria alta. Esto hace que la tarea que le queda por delante sea muy compleja», dijo Fabián Kon, CEO del Banco Galicia.

Bernardo Kosacoff, miembro del Consejo de Dirección de la UTDT y también presidente del Consejo de Producción del Ministerio de Producción, remarcó que el sector privado será fundamental. «Tenemos los mejores empresarios del mundo en desarrollo, pero obviamente hay que poner todos los incentivos para que se den las condiciones y mejoren su oferta», concluyó.


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