El proceso productivo es una cadena de integración global en la que los insumos se fabrican en distintas latitudes para combinarse en múltiples etapas hasta configurar el artículo final. En este esquema, las importaciones adoptan un rol clave en el agregado de valor industrial, ya sea con destino local o exportador. Por eso, el foco de la agenda empresaria debe estar puesto en cómo aprovechar las oportunidades que plantea un escenario de crecimiento de la demanda global, en el marco de una economía local en proceso de normalización y más integrada al mundo.
Después de resolver los problemas más acuciantes durante el primer año de la nueva gestión, el Gobierno parece estar abocado a consolidar la normalización de la macro y administrar las tensiones derivadas del proceso de reformas. Una de esas tensiones fue la reciente corrida cambiaria que, como corolario, mejoró el tipo de cambio y generó una mejor ecuación para las ventas externas y un incremento en el costo de las importaciones. En el plano estructural, y dejando el valor del dólar a un lado, las autoridades están trabajando con el objetivo de aumentar los niveles de competitividad de la economía para potenciar las exportaciones. El sendero define una vocación clara basada en elementos como la apertura comercial y el establecimiento de marcos regulatorios que mejoren el clima de negocios. Esta política tiene como objetivo el compromiso de incorporarnos a las cadenas globales de valor, tras una década de aislamiento. Con el propósito de mejorar la inserción externa, se han puesto en marcha un conjunto de medidas, como la creación de la Ventanilla Única de Comercio Exterior, eliminación/reducción de las retenciones agrarias y el incremento de los reintegros a las exportaciones. Otras iniciativas apuntan a mejorar la competitividad de la economía con mejoras en la infraestructura y la logística para optimizar la estructura de costos.
Mientras tanto, la eliminación del cepo cambiario, junto al establecimiento de un nuevo sistema integrado de monitoreo de importaciones en reemplazo de las DJAI, ha llevado a una normalización de las cantidades importadas que, de todos modos, no se ubican en rangos históricos alarmantes. El país debe aprender a convivir con niveles de importación bastante más altos que en los últimos años, especialmente si desea crecer a un ritmo sostenido.
Veamos qué sucedió en 2017. El déficit comercial alcanzó un pico histórico al ubicarse en US$ 8471 millones, superando ampliamente los US$ 5751 millones que se registraron en 1994, el último déficit más alto. Las ventas reportaron un crecimiento inferior al 1% en el año en relación con 2016. En cambio, las compras al extranjero avanzaron 19,7% con respecto a 2016. Con un valor importado de US$ 66.899 millones, se acercan a los niveles del pico histórico de importaciones de 2011.
Así, la cuestión central a plantear sería cómo multiplicar nuestras exportaciones para equilibrar estos niveles de compras externas de manera sustentable a mediano y largo plazo. Si bien todavía estamos a años luz de esa meta, la tendencia es positiva: las exportaciones de origen industrial cerraron 2017 con un crecimiento del 11,1%.
La conquista de nuevos mercados es la carta más importante en el complejo tablero internacional. El objetivo es que en 2020 la Argentina tenga acuerdos de libre comercio con los países que representan el 41,5% del PIB mundial, un salto significativo ya que actualmente este nivel se ubica en el 9% y hay negociaciones que nos permitirían alcanzar el 32,5% restante. En este marco, podemos mencionar las tratativas Unión Europea/Mercosur, el EFTA (Islandia, Noruega, Liechtenstein y Suiza) y bilaterales con México, Corea del Sur, la India y Canadá. La Argentina gestionará además sumar al Mercosur al flamante Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (Cptpp), que integran Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
Nuestro país fue en 2015 la tercera economía con menor incidencia de las importaciones en el producto del mundo, solo detrás de Nigeria y Sudán. Hoy su performance es inherente a la de una economía que se normaliza. Este nuevo escenario de negocios internacionales impone a las empresas la necesidad de reconvertirse para competir en una economía abierta y expuesta a los cambios tecnológicos globales. Es fundamental definir nuevas estrategias que incorporen la reducción de costos, la innovación y la mejora de procesos productivos.
Fuente: La Nación