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Exportación de juguetes: la industria de la diversión busca recuperar mercados

La facturación del sector creció 154% en 2017, pero el volumen aún es pequeño; los fabricantes dicen que el tipo de cambio ayudó, aunque no es determinante, y quieren revancha en el exterior.

Desde los soldaditos de plomo y autos de hojalata que empezaron a venderse entre las décadas del 30 y el 40 hasta los robots didácticos que hoy llegan a varios países, la industria argentina del juguete ha transitado un camino sinuoso marcado tanto por la inventiva de los fabricantes locales como por los shocks a los que nos tiene acostumbrados la economía nacional.

Es que, a diferencia de lo que sucede con otros sectores, casi toda la producción se destina al mercado interno: el 99,5% de los artículos fabricados en el país son consumidos fronteras adentro, según cifras de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ), mientras que el resto se exporta en su mayor parte a América Latina.

Los sectores que representa la CAIJ, entre los que se cuentan juegos de sociedad, juguetes, artículos de Navidad y de cotillón, duplicaron las exportaciones en 2017, cuando registraron una suba del 106%. También se exportan servicios de diseños de prototipos a países como Brasil y China.

La Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional estimó la facturación del rubro en US$11,7 millones, un incremento del 154% respecto del año previo que igual palidece con el récord alcanzado diez años antes en 2007, cuando totalizó US$25,9 millones.

Los datos del sector revelan que, durante 2017, los tres mayores destinos concentraron el 68% de las exportaciones: Bolivia, con el 38%; México, con el 19%, y Uruguay, con el 12%. Un poco más atrás los siguen Estados Unidos (8%), Chile (7%) y Brasil (6%). Aunque el total exportado representa menos del 5% de sus ingresos, esta industria se propuso como meta exportar el 30% de su producción, con un foco regional. «Creemos que el contexto actual nos va a ayudar, aunque esto lleva mucho tiempo», dijo a la nacion Matías Furio, presidente de la CAIJ.

Las figuras de acción, animales o fantasía, los surtidos y juguetes para construcción, las muñecas y los muñecos que representan seres humanos y los kits de juguetes son los principales artículos exportados. En 2017, la empresa Faraoni y Lomenzo (dueña de la marca Chikitos) encabezó el ranking de exportadores, seguida por Antex Andina (Activos, Aire Libre y Con Mis Manos, entre otras).

Existen otros casos interesantes a nivel local, como las empresas Fabesa y Eurotree, especializadas en la fabricación de arbolitos y artículos de Navidad, que destinan sus productos a Brasil y Chile, respectivamente, además de Zott Producciones, que provee a McDonalds de los juguetes para sus cajitas felices y exporta productos para fiestas a Chile, Uruguay, Paraguay, Perú, Colombia, Surinam, Aruba, Curazao, Puerto Rico, República Dominicana, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, México, Estados Unidos, Canadá, Bahamas, Saint Marteen, Saint Croix y Trinidad y Tobago.

Ladrillo por ladrillo

A nivel mundial, Lego lidera el segmento de bloques de construcción, aunque en la Argentina se originaron dos empresas que compiten con esta firma danesa por la atención de los chicos: Mis Ladrillos, que exporta a México, Uruguay y Ecuador, y Rasti, que vende a Chile, Uruguay y este año llegó al mercado brasileño luego de exponer sus productos en la feria de San Pablo mediante una alianza con un distribuidor de Caxias Do Sul.

«Nuestra empresa hizo mucho hincapié en la tecnología con kits de robótica y nos revitalizó mercados internos y externos caídos en el juguete tradicional con el aumento de los costos en dólares», dijo Hernán de Mayolas, socio gerente de Mis Ladrillos. Si bien la compañía llegó a tener diez mercados en la región, el 90% desapareció en los últimos cinco años del gobierno anterior. «Esa tendencia la empezamos a revertir a partir de tecnologizar los productos y darle más valor agregado, de manera que los principales costos fueran los de la mano de obra aplicada», agregó el directivo.

Daniel Dimare, director de Marketing de Rasti, cuenta que su empresa llegó a exportar el 35% de su producción, pero que la cifra ha caído al 6%. «En los 90 tuvimos que parar las máquinas porque no podíamos competir con los chinos [responsables de la fabricación del 85% de los juguetes del mundo] y en 2002 volvimos a los países limítrofes», relató. Entre 2010 y 2014, la compañía cerró una alianza con el gigante norteamericano Mattel, gracias a la cual exportó sus productos a Chile, Colombia, México y Perú que se terminó cuando la creadora de Barbie y el View Master compró una fábrica de ladrillos de juguete en Canadá. Para recuperar terreno, Rasti contrató a una consultora en comercio exterior y encaró una campaña agresiva de viajes y rondas de negocios.

Ruibal, fabricante de los juegos de mesa Pictionary y Carrera de Mente, vivió una experiencia similar. «Nuestros distribuidores nos dejaron de comprar porque al precio dólar no le daban los números», comentó Diego Ruibal, director comercial de la compañía, y agregó: «Ahora estamos haciendo un esfuerzo importante en términos de rentabilidad, apostando a futuro y pensando en que la situación se revierta y podamos recuperar clientela y distribuidores. Ahora mismo, en Chile, vendemos a un supermercado grande del sur, pero no tenemos cobertura a nivel nacional».

¿Los benefició la devaluación del dólar? La mayoría coincide en que sí, aunque señalaron matices. Según de Mayolas, «es un aliciente». Para Dimare, el tipo de cambio «ayudó» y los vuelve más competitivos, aunque remarcó el desafío que representa vender al exterior ya que «la inflación y el deterioro de los costos en dólares hace difícil mantener los precios en venta». Ruibal, por su parte, dijo que la ventaja «es relativa porque, si bien el dólar aumentó, también aumentaron los costos internos y las materias primas».

El socio difícil

Aunque Brasil y la Argentina tienen una relación fluida en muchos rubros, el vínculo se vuelve tirante en materia de juguetes. De hecho, nuestro principal socio en el Mercosur ni siquiera figura entre los cinco principales destinos de la producción juguetera nacional.

«Brasil tiene un problema cultural, no les gusta que entren juguetes de afuera, es desesperante -afirmó Furio-. Meten trabas de todo tipo sin decirlo para no recibir sanciones por parte de la Organización Mundial del Comercio».

Otras fuentes consultadas por este diario coincidieron con este punto. «Exportamos fuertemente a Brasil entre 2006 y 2008, pero impusieron medidas paraarancelarias como el análisis en laboratorios de Brasil que no eran exigidos en el Mercosur anteriormente, dejando los juguetes dos o tres meses en el puerto. Se hace inviable», señaló de Mayolas.

«De 2003 a 2008 le pudimos exportar y en 2008 pusieron trabas con trámites por normas de seguridad muy caras. Recién diez años después logramos recuperar ese mercado», contó Dimare, que en ese país trabaja con un distribuidor de productos didácticos. Ruibal realizó tratativas algunos años atrás con una fábrica brasileña para intercambiar productos, pero por la misma normativa local, la iniciativa terminó por frustrarse.

Otras firmas argentinas, como Calesita y Biemme, encontraron el único atajo para vender en el coloso latinoamericano sin problemas. Instalaron fábricas en el país.

La ¿odisea? de exportar

En mayo del año pasado, el Gobierno presentó Exporta Simple, el nuevo sistema diseñado para facilitar a pequeñas y medianas empresas la exportación de sus productos mediante prestadores de servicio postal.

Aunque reconocen las bondades de este régimen, algunos fabricantes de juguetes de mayor escala todavía encuentran trabas a la hora de exportar. «Es más fácil importar», aseguró Furio y de Mayolas sostuvo que se ven «algunas diferencias en temas de trámites y cosas menores que antes eran bastante burocráticas».

«Dejamos de exportar hace un par de años porque yo soy un crítico acérrimo de las normas actuales, que vienen del gobierno anterior», dijo Alejandro Macchiavelli, gerente de Duravit. «Los exportadores tenemos que tener nuestros depósitos homologados en Aduana porque, si no, nos vemos obligados a hacerlo vía plazoleta fiscal. Esto es anacrónico, antieconómico e ineficiente. Como compañía tenemos potencial exportador, yo no pretendo que me den subsidios. Solo pido simpleza».

«No hay demasiados cambios -concedió Dimare-. No uso Exporta Simple, pero sé que es una herramienta que agiliza mucho las pequeñas exportaciones. Veo que se trata de simplificar mucho la burocracia, incluso se ha eliminado algún arancel. La burocracia es la normal, si uno tiene todo en regla y hace todo bien no hay ningún tipo de problema».

Mercaderes de ilusiones: crece afuera la venta de artículos de magia locales

Soja, trigo, autos, ¿magia? Parece que en el reducido pero entusiasta nicho de los magos profesionales, la Argentina se ha convertido en una potencia a la hora de producir insumos para la profesión. Tan solo a través del sistema Exporta Simple, se registran cinco compañías (Bazar de Magia, Luminias, Tango Magic, Grupo Imaginador de Invenciones y Michel y Greco Producciones) que venden distintos tipos de artículos como cartas didácticas, juegos y trucos.

Marcelo Insúa, de Tango Magic, está detrás de una línea de 350 artículos para magos profesionales y aficionados, y admitió que el 99% de su producción se destina a países como Estados Unidos (concentra el 50% de las exportaciones), España, Francia y Suecia, entre otros mercados, aunque América del Sur, en términos de volumen, es el menos relevante. «Acá ni los lanzamos, es irrisorio lo que se vende», dijo Insúa, que también se desempeña como ilusionista.

Martín Pacheco, de Bazar de Magia, es otro de los emprendedores del rubro. En su negocio se fabrican más de 200 productos y el 60% de sus ventas se destinan al exterior gracias a distintas alianzas con distribuidores. Alemania, Dinamarca, Italia, Japón y Corea del Sur son sus principales mercados. «Es poco conocido, pero la Argentina es uno de los principales exportadores del mundo en magia, no somos sojeros que exportamos millones, pero sí es un mercado de nicho que aporta mucho valor», contó.

Ambos destacaron los beneficios que les reporta utilizar el sistema Exporta Simple para realizar sus envíos al extranjero. «Lo que gastábamos de despachante era tremendo, ridículo, y esto nos facilitó mucho todo el tramiterío porque se trata de mandar un mail y ellos se encargan y concentran el tema de los reintegros, que era un drama. Estamos felices», afirmó Insúa.

«Hace 25 años que exporto con muchos problemas, ahora recién está más fácil la cosa, pero antes era una pelea», dijo por su parte Pacheco. «Antes, las rentabilidades se te derretían, agregale a eso que tuvimos 12 años de retenciones a la magia y cobrar los reintegros era muy difícil. Estas herramientas te ayudan a hacerte más competitivo en el mundo».

Fuente: La Nación


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